Hoy intenté olvidarme del estrés que me produce el mosco gigante que se sienta todas las mañanas a mi lado.
Este expide un olor asqueroso, y emite como defensa, de vez en vez, un sonido muy fino semejante a un chillido doloroso.
Esta mañana, luego de mucho aguantar el quejumbroso sonido, miré a mi costado, tomé la pistola que siempre llevo conmigo y disparé.
Creí estar en algún lugar mejor. Más allá de la justicia y quizás también más allá del bien o del mal.
Me acerqué a la silla, contemplé el cadáver.
Lentamente el mosco gigante se fue deformando, y la sangre verde y asquerosa, tomó un tono rojizo, muy vivo.
La cara del mosco cambió totalmente hasta mostrar la realidad.
Mi mujer había muerto asesinada.
Luego descansé. Dice mi abogado-mientras le cuento la historia- "esto debe ser producto de su síndrome de sueño insuficiente."
jueves, 4 de diciembre de 2008
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