miércoles, 15 de julio de 2009

ENTREVISTA A JOTAMARIO ARBELAEZ

Jotamario Arbeláez, el nadaísta, el poeta, estará en el Festival Malpensante (lunes 29 de junio) junto con otros 18 poetas, y esta será su oportunidad para cobrar revancha por las ingratitudes de la prensa, para gritar que un poeta vive de todo menos de su verdadero trabajo y para advertir que el nadaísmo fue la prostituta de la literatura colombiana.

De su primer libro, ‘El profeta en su casa’ (1966) a ‘Paños menores’ (2006), ¿qué pervive en su poesía?

Perviven los poemas que les hice a mis eternas amadas. Las que fueron para siempre fueron ellas. Paños menores comprende poemas de estreno y algunos publicados en libros anteriores con el mismo tema de la profesión de mi padre sastre, la vida en el barrio obrero, travesuras escolares, etc. Con ellos gané el pasado agosto el premio de poesía que concede la Fundación Rómulo Gallegos y del que la prensa nacional no dijo ni pío. Ahora que William Ospina ganó el Gallegos de narrativa, todos los periódicos desplegaron que ya Colombia lo ha ganado cuatro veces. Y mencionan en el póker de Rómulo a García Márquez, a Mejía Vallejo, a Fernando Vallejo y a William, dejándome a mí como un remo. En lugar de escamotearme el logro, deberían proclamar con orgullo que Colombia ha ganado, en años sucesivos, el Gallegos de poesía y el de narrativa.

¿Qué queda del nadaísmo?

De éste queda la última sacudida. Acabamos de cumplir 50 años, como la Revolución Cubana y el Hula hoop, a los que seguimos siendo fieles. Nadie se imaginó, según se queja Eduardo Escobar, que el nadaísmo iba a terminar como una patota de viejitos, pero con mucha cuerda para seguir colgados de la escritura.

¿Cree que el nadaísmo le deja algún legado a la literatura colombiana?

De la literatura colombiana nada recibimos y nada le dejamos. Fuimos unos extraños que pasamos por ella tan campantes y achispados como Johnny Walker. La fama que nos acompañó por momentos nos llegó por actividades extraliterarias, como el terrorismo verbal y el pacifismo lisérgico. No dimos la medida de guerrilleros heroicos ni de monjes tibetanos. En medio siglo de lirismo de cream helado ningún editor se fijó en nuestros poemas.

Cuando viaja a festivales internacionales, ¿qué percepción tiene de la forma como se ve el nadaísmo afuera?

Dentro de la poesía colombiana el nadaísmo se ha visto siempre como la puta del paseo. Desde el exterior ahora se la vislumbra como la regente del burdel. Ya colgaremos el letrero al pie del farol: “Nos reservaremos el derecho de admisión”.

¿No le incomoda estar asociado, casi sin remedio, con el nadaísmo?

Dentro de esta corriente se me ve como un bárbaro. En la intimidad soy una especie de Atila en baby doll. De no haber sido poeta, habría sido amante latino. De no haber sido nadaísta, habría sido salvavidas en el mar de la tranquilidad.

¿Podríamos aún asistir al nacimiento de vanguardias como la del nadaísmo?

Imposible. Ya lo formulamos como grafito en el reverso de un muro: “La vanguardia quedó atrás”.

¿De qué vive un poeta?

De todo, menos de su verdadero trabajo que es el poema: del cuento, del periodismo, de la publicidad y de la novela. A propósito, estoy escribiendo una sobre la Roma de Nerón y los últimos días. Ya estuvo bueno con el nadaísmo. Mi nueva divisa es: “No creáis en el Credo. Creed en todo”.

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EL NADAISMO Y SU IRREVERENCIA

En ese viaje; ondeando la nada, rompiendo esquemas, derribando ídolos, navegando por el filo de la vida, así el abismo los atropelle. Pe...