Los grandes espejos siempre le causaron miedo. Y aquella noche como un talismán se tendía uno al final del gran salón. Dicen, fue el ojo siempre abierto en palacio, durante los sangrientos días de principios de noviembre.
Recorrió toda la habitación. El espejo y él, aquella negra noche se buscaban.
-Hay algo mal- se dijo, al hallarse en frente.
Se supo entonces perdido, y frio hasta los huesos.
Se acercó hasta tocarlo. Respiró. Dejó perder su aliento frente al reflejo, buscando algún consuelo.
No quedó ya lugar para las dudas, y aterrado se perdió en las sombras.
Aterrado estaba porque lo sabía:
-En noches como estas, sólo los empaña el hálito de algún hombre que no ha muerto.
**En memoria de los servidores de la patria asesinados y desaparecidos durante la toma y retoma del Palacio de Justicia.
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Cordialmente,
Khalil Duràn
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